Como escuchar para que el niño hable

Para que los niños crezcan sanos, cuidados y felices es necesario que los adultos tengan una buena comunicación con ellos. Padres, maestros y otros mayores pueden aprender habilidades para mejorar su relación con los niños y de esta manera apoyarlos en su crecimiento.

Dentro de las estrategias es de particular importancia saber escuchar de una manera que facilite que los niños hablen. Cotidianamente los niños se enfrentan a dificultades, retos y peligros. Estos aparecen donde menos los espera uno: en la calle, en la escuela o dentro de ellos mismos ¿Cómo cuidar a los hijos si no sabemos que están viviendo? ¿Cómo educarlos y protegerlos si no conocemos sus experiencias?

Pero todo aquél que ha estado con los niños sabe que éstos no siempre descubren sus sentimientos o relatan sus experiencias de manera espontánea. Una parte de la tarea recae en los adultos. ¿Cómo escuchar para que los niños hablen?

Antes de contestar esta pregunta es necesario enumerar otros motivos por los cuales es importante escuchar a los niños.

• Los niños necesitan saber que sus sentimientos son aceptados y respetados. Son comunes los sentimientos de miedo, enojo o alegría, como los que se emiten en las siguientes expresiones infantiles: “Odio a mi hermanito”, “Los niños de la escuela se burlan de mí” o “Me gusta esta ranita que me encontré en el camino”.
• Todos los sentimientos pueden ser aceptados, aunque no todas las acciones pueden ser permitidas. Es comprensible que el niño no quiera a su hermanito, pero no por ello puede lastimarlo. Al escuchar los sentimientos podemos orientar al niño para enseñarle la diferencia entre los sentimientos aceptados y las acciones prohibidas o inaceptables.
• Un niño que puede expresar sus opiniones y sus ideas, es un niño que va a crecer con confianza en sí mismo. Cuando los adultos escuchan las opiniones del niño están apoyando su independencia, creatividad y autonomía.
• Además es fundamental para el niño contar con los adultos para narrar sus experiencias. El diálogo con los demás permite al niño elaborar sus vivencias, solucionar sus problemas, compartir sus dichas o resolver sus frustraciones.

En conclusión, el hábito de platicar con los niños y de saber escucharlos tiene como consecuencia el desarrollo de niños que confían en los adultos y que saben contar con ellos cuando los necesitan.


Reglas para una escucha eficaz

¿Pero como escuchar a los niños? ¿Qué estrategias ayudan al adulto en esta tarea?

Escuchar con silencio y atención. Para lograrlo es necesario atender al niño, dejar a un lado la tarea en la que uno está ocupado, sentarse a un lado del niño y verle la cara. A veces el adulto quiere continuar con sus labores al tiempo que platica con el niño. Esto no es una buena idea, pues fácilmente se puede trasmitir la idea de que no es importante lo que tiene que decir el niño.

Todo lo que dice el niño es significativo. El niño frecuentemente platica experiencias, que pueden parecerle al adulto aburridas, irrelevantes o tontas. ¡Para el niño son importantes! El adulto no debe de esperar que el niño comunique experiencias específicas. No es una buena idea interrogarlo. Es primordial escuchar lo que para el niño es valioso.

No es necesario hablar mucho. El adulto puede expresar que está escuchando al niño diciendo palabras como: “Aja”, “entiendo”, o “ya veo”.

Ponerle nombre a los sentimientos. Cuando el niño expresa sentimientos puede ser útil ayudarle a darle un nombre a estos sentimientos. Por ejemplo cuando el niño llora porque le quitaron sus dulces se puede decir: “¡Sí, da coraje que te quiten tus dulces!” o “¡Te molesta que te quiten tus cosas!”. De esta manera el niño puede aprender que sus sentimientos son válidos, que puede expresarlos, que son reconocidos y que los puede superar.

Conceder el deseo en la imaginación. Cuando el niño expresa un deseo frustrado o un sentimiento de fracaso, el adulto puede concederle su deseo en la imaginación. Por ejemplo cuando el niño lloriquea porque su padre está ausente o porque se acabaron las galletas se le puede decir “¡Ojalá estuviera tu papá aquí!” o “Me gustaría mucho darte la galleta de chocolate”.

Hacer preguntas curiosas. Es importante que el adulto se interese en la experiencia del niño y le haga preguntas (¡no interrogatorio!) que nazcan de la curiosidad. ¿Cómo vive el niño la experiencia? ¿Cómo lo soluciona? ¿Por qué es importante para él? ¿Cómo ha pensado resolver el problema?

Respetar hasta donde quiere hablar el niño. Para que la escucha no se transforme en un interrogatorio es importante que no se presione u obligue al niño a hablar o compartir más allá de lo que quiere el mismo niño. La confianza nace de las experiencias positivas donde el niño ha compartido lo que necesita compartir.

Para terminar se incluye un ejercicio que facilita el reconocimiento de las estrategias personales de escucha que usted ha practicado en su propia vida. Todas las personas han tenido experiencias de escucha donde han logrado que un niño o que otra persona hable (amigo, hermano o padre). Tal vez para algunos adultos es un uso común, mientras que para otros es una vivencia poco conocida. Sin embargo, es casi imposible pensar que nunca se ha dado esta escucha.

Responda con cuidado lo siguiente y descubra su propia manera de escuchar a los niños (o a alguna otra persona).

1. Recuerda algún momento en el que un niño, puede ser su hijo, su nieto o alguien más se acercó a usted y le confió sus pensamientos y sentimientos.
2. ¿Qué fue lo que hizo usted para ayudar a hablar al niño?
3. ¿Qué aprendió de usted y de sus estrategias de escucha a través de esta experiencia?
4. ¿Qué podría hacer para aplicar más a menudo estas experiencias de escucha?


Faber, A. y Mazlish, E. (2001) Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. México, Diana. Segunda Impresión.

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