Como hablar para que el niño escuche


Educar a los hijos puede ser una tarea que a veces resulta cansada, difícil y exasperante. En la vida cotidiana es necesario que los niños escuchen cuando los adultos hablan para dar instrucciones, orientaciones u órdenes.

Existen situaciones que son peligrosas para los niños y es preciso que padres o maestros puedan protegerlos mediante consejos y prohibiciones. También es importante enseñarles habilidades, formas apropiadas de comportamiento e instruirlos en las tareas cotidianas para que los niños cooperen en el hogar.

Es frecuente que cuando los adultos no logran que los niños escuchen y obedezcan, recurren a prácticas de poder que francamente lastiman a los niños o que simplemente no son eficaces para lograr que los niños escuchen.

En esta cápsula informativa vamos a revisar aquellas formas de hablar o actuar que hieren a los niños, las que no funcionan y aquellas maneras apropiadas para ayudar a los padres y otros adultos a hablar de manera que los niños escuchen.

Formas de hablar y actuar que lastiman

Gritos e insultos. Es usual que los padres y maestros encuentren una manera de hacerse escuchar a través de gritos, insultos o uso de calificativos. Posiblemente son métodos que resulten efectivos, si por efectividad entendemos que el niño obedece. Sin embargo, son maneras de educar que tienen repercusiones negativas en la salud mental y emocional de los niños.

La educación a través de gritos e insultos no logra que el niño aprenda las lecciones de vida, los valores y los principios. ¡Simplemente el niño obedece por miedo! Esta forma de acercarse al niño lo lastima pues le quita confianza en sí mismo, lo hace sentir devaluado e insignificante y lo induce a desobedecer cuando los padres no estén presentes o no lo estén observando.

Castigo frecuente. Otros acercamientos poco útiles son aquellos donde los padres y maestros educan a través del castigo frecuente. Hay hogares donde los niños han sido castigados tan a menudo que llega un momento donde ya no existe nada más que castigar. O que los castigos son tan interminables que el niño no percibe la posibilidad de cumplir con la condena, se desanima y se rebela. En consecuencia el padre se desanima también pensando que el niño no tiene remedio.

Cuando el método educativo principal es el castigo, los niños reaccionan con resentimiento y rebeldía. Les parece injusto el castigo y además no tienen motivación para mejorar su comportamiento, ya que perciben el castigo como si fuera interminable. Otra de las desventajas es que el niño va a tender a ocultar la información negativa de su comportamiento, tratando de evitar el castigo. ¡Entonces aprende a mentir!

Castigo físico. Un procedimiento todavía más peligroso es aquél donde los adultos acuden al castigo físico para hacerse obedecer o para lograr que el niño escuche. Golpear, cachetear o lastimar de otras formas a los niños tiene graves repercusiones en su salud y su integridad. Posiblemente los niños obedezcan por terror, por sometimiento o por defensa y no aprenden ser responsables, honrados y cumplidos como tal vez lo quisieran sus padres.

Formas de hablar y actuar que usualmente no sirven

Hay otras maneras de hablar con los niños que usualmente tampoco fomentan que el niño escuche lo que se desea transmitirle:

Sermones no solicitados. Algunos ejemplos son: echar rollo, reclamar, rogar, predicar, apelar a la lógica o al sentido común. Estas son maneras de hacerse escuchar que frecuentemente tienen como consecuencia que el niño se haga de oídos sordos.

Moralizar. Algunos ejemplos son las siguientes expresiones paternas: “Si de veras me quisieras…”, “Porque no puedes ver que yo trabajo por ti, mientras tú…”, “Estoy tan deprimida porque tú…” y “Voy a dejar de estar deprimido si tu haces exactamente lo que te diga”. Estas aproximaciones inducen la culpa en el niño, no promueven el aprendizaje de valores.

Auto sacrificio y negación. Algunos ejemplos son: No solicitar nada para mantener la paz, anteponer la felicidad de los demás antes que la propia, continuamente justificarse y continuamente agradar a los demás. Este tipo de procedimiento educativo consiste en no educar para no confrontarse con el niño, por lo que no da como resultado la responsabilidad en el chico.

Hazlo espontáneamente. Algunos ejemplos de expresiones paternas son: “Tú deberías querer agradarme sin que te lo pida”, o “Quiero que laves los trastes, pero quiero que a ti se te ocurra solito sin que te lo tenga que pedir”. Aquí el padre solicita que al niño se le ocurra espontáneamente la conducta que desea el padre. Esta es una solicitud poco razonable y destinada al fracaso.

Muchos adultos que lean las listas arriba mencionadas pensaran que entonces ya no quedan estrategias para hablar de manera que los niños escuchen. Que ninguna está permitida o es eficiente. Esto no es así. A continuación se enumerarán las habilidades que pueden practicar los adultos para que los niños escuchen.

Como hablar para que el niño escuche

Faber y Mazlish (1989) proponen una lista de estrategias simples y efectivas para dar instrucciones a los niños sin lastimarlos ni ofenderlos.

1. Describa lo que ve o describa el problema: “Hay ropa tirada sobre la cama”.

2. Dé información: “No podemos irnos a dormir con la ropa sobre la cama”.

3. Dígalo con una palabra: “La ropa”.

4. Describa lo que siente: “No me gusta la ropa sobre la cama”.

5. Escriba una nota: En un letrero pegado a la puerta “Dóblame y ponme en el armario ¡Gracias! Tu ropa”.

Algunos padres pensarán cuando lean esta lista que es demasiado fácil para resultar efectivo. Sin embargo lo que muchas veces ignoran los adultos es que no es necesario subir el volumen de la voz o hablar en exceso. Es más útil ser preciso, claro y sencillo.

Alternativas para el castigo
Sin embargo a veces el niño no obedece estas instrucciones sencillas. Es entonces cuando se pueden implementar otras herramientas educativas como indicarle las maneras de ser útil, ofrecerle elecciones, indicar lo que se espera de él y permitir que experimente las consecuencias de su mal comportamiento sin discursos ni sermones. Abordamos este tema con más profundidad en la Cápsula informativa “Lo que necesitan los niños”.

Para terminar le proponemos que realice un ejercicio personal para descubrir las estrategias que usted mismo ha experimentado para hablar exitosamente con los niños y hacerlo de manera que no lastime su integridad.

Responda con cuidado lo siguiente y descubra su propia manera de hablar a los niños (o a alguna otra persona) de manera que estos escuchen.

1. Recuerda algún momento en el cual usted habló con un niño (puede ser su hijo, su nieto o alguien más) de una manera efectiva, logrando que el niño escuchara y obedeciera.
2. ¿Qué fue lo que hizo usted para ayudar a que el niño escuchara?
3. ¿Qué aprendió de usted mismo y de sus estrategias para hablar efectivamente?
4. ¿Qué podría hacer para aplicar más a menudo estas maneras de hablar efectivas?


Bibliografía
Faber, A. y Mazlish, E. (2001) Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. México, Diana. Segunda Impresión.

Fotografía
Bar Umansky Photography-בר אומנסקי צילום

Como escuchar para que el niño hable

Para que los niños crezcan sanos, cuidados y felices es necesario que los adultos tengan una buena comunicación con ellos. Padres, maestros y otros mayores pueden aprender habilidades para mejorar su relación con los niños y de esta manera apoyarlos en su crecimiento.

Dentro de las estrategias es de particular importancia saber escuchar de una manera que facilite que los niños hablen. Cotidianamente los niños se enfrentan a dificultades, retos y peligros. Estos aparecen donde menos los espera uno: en la calle, en la escuela o dentro de ellos mismos ¿Cómo cuidar a los hijos si no sabemos que están viviendo? ¿Cómo educarlos y protegerlos si no conocemos sus experiencias?

Pero todo aquél que ha estado con los niños sabe que éstos no siempre descubren sus sentimientos o relatan sus experiencias de manera espontánea. Una parte de la tarea recae en los adultos. ¿Cómo escuchar para que los niños hablen?

Antes de contestar esta pregunta es necesario enumerar otros motivos por los cuales es importante escuchar a los niños.

• Los niños necesitan saber que sus sentimientos son aceptados y respetados. Son comunes los sentimientos de miedo, enojo o alegría, como los que se emiten en las siguientes expresiones infantiles: “Odio a mi hermanito”, “Los niños de la escuela se burlan de mí” o “Me gusta esta ranita que me encontré en el camino”.
• Todos los sentimientos pueden ser aceptados, aunque no todas las acciones pueden ser permitidas. Es comprensible que el niño no quiera a su hermanito, pero no por ello puede lastimarlo. Al escuchar los sentimientos podemos orientar al niño para enseñarle la diferencia entre los sentimientos aceptados y las acciones prohibidas o inaceptables.
• Un niño que puede expresar sus opiniones y sus ideas, es un niño que va a crecer con confianza en sí mismo. Cuando los adultos escuchan las opiniones del niño están apoyando su independencia, creatividad y autonomía.
• Además es fundamental para el niño contar con los adultos para narrar sus experiencias. El diálogo con los demás permite al niño elaborar sus vivencias, solucionar sus problemas, compartir sus dichas o resolver sus frustraciones.

En conclusión, el hábito de platicar con los niños y de saber escucharlos tiene como consecuencia el desarrollo de niños que confían en los adultos y que saben contar con ellos cuando los necesitan.


Reglas para una escucha eficaz

¿Pero como escuchar a los niños? ¿Qué estrategias ayudan al adulto en esta tarea?

Escuchar con silencio y atención. Para lograrlo es necesario atender al niño, dejar a un lado la tarea en la que uno está ocupado, sentarse a un lado del niño y verle la cara. A veces el adulto quiere continuar con sus labores al tiempo que platica con el niño. Esto no es una buena idea, pues fácilmente se puede trasmitir la idea de que no es importante lo que tiene que decir el niño.

Todo lo que dice el niño es significativo. El niño frecuentemente platica experiencias, que pueden parecerle al adulto aburridas, irrelevantes o tontas. ¡Para el niño son importantes! El adulto no debe de esperar que el niño comunique experiencias específicas. No es una buena idea interrogarlo. Es primordial escuchar lo que para el niño es valioso.

No es necesario hablar mucho. El adulto puede expresar que está escuchando al niño diciendo palabras como: “Aja”, “entiendo”, o “ya veo”.

Ponerle nombre a los sentimientos. Cuando el niño expresa sentimientos puede ser útil ayudarle a darle un nombre a estos sentimientos. Por ejemplo cuando el niño llora porque le quitaron sus dulces se puede decir: “¡Sí, da coraje que te quiten tus dulces!” o “¡Te molesta que te quiten tus cosas!”. De esta manera el niño puede aprender que sus sentimientos son válidos, que puede expresarlos, que son reconocidos y que los puede superar.

Conceder el deseo en la imaginación. Cuando el niño expresa un deseo frustrado o un sentimiento de fracaso, el adulto puede concederle su deseo en la imaginación. Por ejemplo cuando el niño lloriquea porque su padre está ausente o porque se acabaron las galletas se le puede decir “¡Ojalá estuviera tu papá aquí!” o “Me gustaría mucho darte la galleta de chocolate”.

Hacer preguntas curiosas. Es importante que el adulto se interese en la experiencia del niño y le haga preguntas (¡no interrogatorio!) que nazcan de la curiosidad. ¿Cómo vive el niño la experiencia? ¿Cómo lo soluciona? ¿Por qué es importante para él? ¿Cómo ha pensado resolver el problema?

Respetar hasta donde quiere hablar el niño. Para que la escucha no se transforme en un interrogatorio es importante que no se presione u obligue al niño a hablar o compartir más allá de lo que quiere el mismo niño. La confianza nace de las experiencias positivas donde el niño ha compartido lo que necesita compartir.

Para terminar se incluye un ejercicio que facilita el reconocimiento de las estrategias personales de escucha que usted ha practicado en su propia vida. Todas las personas han tenido experiencias de escucha donde han logrado que un niño o que otra persona hable (amigo, hermano o padre). Tal vez para algunos adultos es un uso común, mientras que para otros es una vivencia poco conocida. Sin embargo, es casi imposible pensar que nunca se ha dado esta escucha.

Responda con cuidado lo siguiente y descubra su propia manera de escuchar a los niños (o a alguna otra persona).

1. Recuerda algún momento en el que un niño, puede ser su hijo, su nieto o alguien más se acercó a usted y le confió sus pensamientos y sentimientos.
2. ¿Qué fue lo que hizo usted para ayudar a hablar al niño?
3. ¿Qué aprendió de usted y de sus estrategias de escucha a través de esta experiencia?
4. ¿Qué podría hacer para aplicar más a menudo estas experiencias de escucha?


Faber, A. y Mazlish, E. (2001) Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. México, Diana. Segunda Impresión.

Los niños si pueden

Es común que los niños tengan problemas en alguna área de su vida. ¡Tienen tanto que aprender! Es impresionante el desarrollo que tienen los niños a lo largo de su crecimiento. Aprenden a caminar, hablar y a controlar esfínteres. Se ejercitan para controlar sus impulsos, expresar sus necesidades y convivir con los demás. En la escuela aprenden a leer, escribir y manejar los números. Tienen que ejercitarse para convivir armoniosamente con los adultos y con los compañeros.

¡No es de extrañarse que en el camino presenten problemas en algunas de estas áreas de aprendizaje! Algunos niños son groseros con el maestro o se roban cosas de los compañeros. Otros se les dificultan las matemáticas o no saben hacer amigos. Otros más mienten acerca de sus calificaciones o se hacen pipí en la cama. Algunos comen demasiado, mientras otros no quieren prestar sus juguetes.

El castigo y el regaño no ayudan

Frecuentemente los adultos intentan ayudar al niño mediante métodos punitivos como son el regaño y el castigo. Estos métodos a veces funcionan. Sin embargo, la mayoría de las veces no solamente no ayudan, sino empeoran las cosas. Algunos efectos nocivos del regaño y el castigo son los siguientes

• Conseguir que el niño obedezca por miedo, sin que asimile las enseñanzas
• Lograr que el niño obedezca por culpa, sin que asimile los valores
• Alcanzar que el niño se llene de resentimiento y enojo hacia el adulto
• Lograr que el niño deje de colaborar con el adulto
• Lograr que el niño obedezca cuando el adulto esté presente y se comporte de la manera indeseada cuando el adulto no lo observa.
• Conseguir que el niño no tenga confianza en sí mismo.
• Alcanzar que el niño dude de sus propias capacidades.
• Lograr que el niño no tenga motivación de cambio.

Los problemas como oportunidades

Otra manera de enfocar los problemas comunes de la niñez, es pensar que son oportunidades extraordinarias para enseñarles nuevas habilidades a los niños. La intervención exitosa en los casos de conductas problemáticas, es un medio efectivo para ayudar a educar a los niños, sin crear resentimiento, culpa, miedo o coerción.

El programa de solución de problemas elaborado por Ben Furman es un método lúdico basado en la Psicología Positiva. Este programa fomenta el aprendizaje de nuevas habilidades en un contexto que protege y cuida al niño, al mismo tiempo que le ayuda a superar dificultades.

Fundamentos básicos del programa

Antes de desarrollar la secuencia de los pasos que integran el programa de solución de problemas, es importante aclarar algunos fundamentos en los que se basa este programa:

Explicar y solucionar:
Existe una diferencia entre explicar las causas de un problema y solucionarlo. A veces conocer las causas de un problema ayuda a resolverlo. Por ejemplo, saber que tengo frío ayuda a encontrar la solución, ponerme una chamarra.

Pero en muchas ocasiones explicar un problema no ayuda a encontrar la solución. Por ejemplo, sabemos que un niño de 4 años se hace pipí, porque su hermanito acaba de nacer y tiene celos. Sin embargo saber la explicación, no nos orienta claramente a ayudar al niño a controlar esfínteres y aceptar a su hermanito. Este programa no intenta explicar las causas del problema del niño, sino resolverlos.

Convertir los problemas en habilidades.
Todo problema tiene como contraparte una habilidad, que cuando se echa a andar resuelve el problema. Por ejemplo:

Problema Habilidad
Hacerse pipi en la cama Ir al baño a hacer pipí
Pegarle al hermanito Jugar y cuidar al hermanito
No prestar los juguetes Compartir los juguetes
Mentir Decir la verdad

Es mucho más fácil desarrollar habilidades que resolver problemas. Por ello, el primer paso del programa es transformar el problema en una habilidad.

Motivar y apoyar

La intención de los diez primeros pasos del programa es motivar y apoyar al niño para que logre desarrollar la habilidad que solucione su problema. No se le pide al niño ningún cambio conductual hasta ese momento. Para que el programa funcione es importante seguir la secuencia de los pasos y no saltarse ninguno.

El programa de cambio
1. Transformar los problemas en habilidades
Los adultos definen la habilidad deseable, para que el niño pueda deshacerse del problema. Esta habilidad tiene que ser definida en positivo - lo que sí queremos que haga el niño (no lo que queremos que deje de hacer).

2. Ponerse de acuerdo con el niño
Los adultos hablan con el niño para ponerse de acuerdo en la habilidad que el niño va a desarrollar.

3. Ponerle un apodo a la habilidad
El niño escoge un apodo para nombrar la habilidad. Es deseable que este apodo sea chistoso o divertido. Los adultos pueden ayudarle en esta tarea. Ponerle un nombre facilita nuestras conversaciones con el niño.

4. Elegir las personas de apoyo
Se alienta al niño para que elija un grupo de personas que van a darle apoyo, fuerza, sostén y consejo en el proceso de aprendizaje de la nueva habilidad.

5. Escoger un súper - animal o súper - héroe
El niño elige un animal poderoso o súper-animal o súper-héroe, que le va a ayudar con consejos, fuerza, apoyo durante el proceso de aprendizaje de la nueva habilidad.

6. Descubrir beneficios para sí mismo
Los adultos ayudan al niño a descubrir las ventajas y los beneficios que va a obtener al desarrollar esta nueva habilidad.

7. Descubrir beneficios para otros
Los adultos ayudan al niño a descubrir las ventajas y beneficios que van a obtener los demás a través del desarrollo de su nueva habilidad

8. Planear la celebración
Los adultos y el niño definen de antemano lo que necesita hacer el niño para demostrar su dominio de la habilidad. También platican como van a celebrar la adquisición de la habilidad. ¿Dónde? ¿Con quién? ¿Qué tipo de comida se va a ofrecer?

9. Incrementar la confianza
Los adultos ayudan al niño a analizar las buenas razones por las cual es posible para él/ella aprender a dominar la habilidad.

10. Buscar apoyo
El niño investiga con las personas de apoyo, las razones por las cuales tienen confianza de que el niño va a lograr dominar la habilidad.

11. Desarrollar la habilidad
El niño practica la nueva habilidad, demostrando día a día los avances en el dominio de la misma.

12. Preparar las recaídas
Cuando hay recaídas, los adultos enseñan al niño que éstas son una parte normal del desarrollo. También orientan al niño para que pida consejo al súper - animal o súper – héroe.

13. Celebrar el éxito
Cuando los adultos determinan que el niño ya logró el dominio la habilidad, proceden a celebrar este hecho como se había planeado.

14. Dar gracias a los apoyadores
El niño da las gracias a las personas y a los súper – héroes que le ayudaron en la adquisición de la habilidad.

15. Acordar la siguiente habilidad para desarrollar
Cuando el niño ha logrado desarrollar esta habilidad, puede acordar con lo adultos un nuevo proyecto de aprendizaje: una nueva habilidad

16. Enseñar a otros
Cuando el niño esté trabajando sobre la siguiente habilidad, se le puede dar la chance de ayudar a otro niño a aprender la habilidad que ya dominó.

Para finalizar es importante notar que los problemas pueden ser oportunidades de aprendizaje para los niños, que es más fácil aprender habilidades que resolver problemas y que las posibilidades de solución aumentan, cuando se motiva al niño en el proceso.


Esta página INTERNET es del autor del programa Ben Furman y está en el idioma inglés http://www.reateaming.com

Lo que necesitan los niños

En esta cápsula informativa se revisarán algunos lineamientos educativos que responden a la pregunta de lo que necesitan los niños para desarrollarse y convertirse en adultos felices, responsables y maduros. Estos lineamientos son establecer una relación nutricia, determinar obligaciones, límites o consecuencias y permitir espacios de elección libre.

¿Qué necesitan los niños? ¿Cómo educarlos? Los padres a veces se confunden cuando intentan encontrar la manera adecuada de educar a los niños. Existen en los padres muchos temores: ser demasiado estrictos o ser demasiado permisivos o consentirlos demasiado o imponer reglas tan rígidas que aplasten al niño y lo transformen en una persona insegura o sometida.

No es fácil educar. En la crianza intervienen además la personalidad del padre y el carácter del hijo. A veces esta combinación es armónica, pero en ocasiones se da un enfrentamiento entre ambos. Lo que para un hijo funciona no es lo mismo para otro. O lo que hicieron los padres en una época de la vida no aplica en otro momento.

Educar es una tarea cotidiana que no termina hasta que los hijos alcanzan la mayoría de edad. Es una tarea que requiere de continuas adaptaciones y que no obedece a fórmulas sencillas.

Sin embargo, existen tres lineamientos que pueden ser útiles para inspirar la ruda labor paterna y que siempre deben estar presentes en la relación padres e hijos. Nos referimos a los tres lineamientos que son: establecer una relación nutricia, determinar obligaciones, límites o consecuencias y permitir espacios de elección libre.


Establecer una relación nutricia
Los niños necesitan ser alimentados sanamente, ser vestidos apropiadamente, tener un techo que los proteja, recibir educación y obtener el amor de los padres. Algunas de estas necesidades prioritarias para el desarrollo de los niños son consideradas por las instituciones que defienden los “Derechos Humanos de la Infancia”. Al final de esta Cápsula informativa se encuentra una liga a un sitio en Internet donde se encuentra información sobre este tema.

En este espacio vamos a hablar de la manera en que los padres u otros adultos pueden hacer que el niño se sienta amado, considerando que están cubiertas sus necesidades básicas de sobrevivencia que defienden los derechos humanos.

Para establecer una relación nutricia con el niño es importante desarrollar algunas de las siguientes actividades, conductas y actitudes.

• Jugar con el niño.
• Acariciarlo, besarlo o abrazarlo.
• Practicar juntos un deporte como el fútbol.
• Reír juntos.
• Platicar.
• Decir chistes.
• Contarle cuentos.
• Escuchar música.
• Enseñarle una actividad manual.
• Ver películas o TV juntos y comentarlos.
• Y otras muchas actividades de convivencia.

Cada niño y cada adulto son diferentes. Lo que para uno es aburrido, para otros es divertido y motivante. Es importante que el adulto elija aquellas actividades que le sean gratas, para que él también se divierta con el niño y no solamente lo acompañe como un sacrificio o un deber.

Convivir con el niño a través de las actividades amorosas, nutricias y lúdicas hace que el niño se sienta querido, aprenda a sentir amor por la vida y sus padres o/y consiga la motivación para lidiar con las dificultades de la vida. Es como si hiciéramos un ahorro en la cuenta emocional del niño, donde éste puede retirar los recursos cuando más falta le haga.


Aplicar obligaciones, límites y consecuencias
El niño también necesita que los padres o maestros les impongan obligaciones, límites y consecuencias. Las obligaciones son las responsabilidades asignadas a los niños. Puede tratarse de sus tareas escolares o labores hogareñas como poner la mesa o hacer su cama. Cada familia tiene su propia manera de organizarse y sus propias necesidades de orden.

No hay reglas fijas acerca de cuales deben ser las responsabilidades de los niños, pero tienen que adherirse a los Derechos Humanos de la Infancia. Es muy importante que las responsabilidades sean apropiadas a la edad del niño y que acompañen las actividades nutricias y lúdicas arriba mencionadas.

En todos los hogares, escuelas y otros espacios existen ciertas prohibiciones y límites al comportamiento. También los adultos tenemos límites para nuestra conducta. Las leyes que rigen nuestra convivencia social restringen muchas de nuestras actividades y posibilidades. Sin embargo, es necesario hacer una diferencia entre los límites a la conducta y el respeto a los sentimientos.

Los límites que aplicamos en la casa a la conducta infantil, permiten que el niño crezca conociendo y experimentando las restricciones, a las que se va a tener que acostumbrar tarde o temprano. Cuando los padres y maestros permiten que el niño haga lo que quiera, están favoreciendo un desarrollo descontrolado de niño y propician problemas que más adelante deberán resolver la policía u otras autoridades.

Sin embargo, a veces el niño no cumple sus obligaciones ni obedece los límites. Es entonces cuando se pueden implementar algunas consecuencias y alternativas al regaño y castigo como lo describen Faber y Mazlish (1989)

• En vez de regañar, indíquele la forma de realizar la obligación.
• En vez de castigar, ofrezca una alternativa de elección.
• En vez de pegar, emprenda una acción, como por ejemplo retirarlo o refrenarlo.
• Deje que experimente las consecuencias de su propio comportamiento, sin discursos ni regaños.
• Exprese con energía sus sentimientos e indíquele lo que se espera de él.
• Demuéstrele como cumplir de manera satisfactoria.
• Si no funciona, déle elecciones o emprenda acciones.

Permitir espacios de elección libre

Existe una tercera necesidad de los niños para desarrollarse sanamente y convertirse en adultos independientes y maduros. Los niños no solamente necesitan ser amados, cumplir sus obligaciones y respetar las reglas o límites de convivencia. También requieren de áreas de elección libre. Necesitan poder manifestar sus ideas y sentir que tienen espacios donde se pueden expresar.

Es importante que el niño tenga un lugar aunque sea pequeño, donde pueda jugar haciendo desorden, ruido o ensuciándolo. Tal vez el padre de familia asigna este espacio, mientras que en otras áreas de la casa, esta misma conducta sea prohibida.

En muchos momentos de la cotidianidad del adulto con el niño, se puede fomentar la autonomía e independencia del niño permitiéndole elegir entre varias opciones como por ejemplo:

• Entre diversos alimentos durante el desayuno.
• Entre dos pantalones y dos camisas.
• Entre distintos horarios para ver la TV etcétera.

Estos permisos de elección pueden acompañarse con límites impuestos para otras actividades. Tal vez no hay permiso para que la niña se ponga su vestido de fiesta para salir a jugar al jardín, pero sí se le permite elegir entre dos vestidos que usa cotidianamente.

En conclusión, para que un niño crezca sanamente necesita que los padres los eduquen siguiendo tres lineamientos generales que son:

1. Establecer una relación nutricia.
2. Determinar obligaciones, límites y consecuencias.
3. Permitir espacios de elección libre.

Cada uno de estos lineamientos por sí solo, no es suficiente para satisfacer lo que necesitan los niños para florecer; es necesario ser constante y congruente en el ejercicio de estos tres lineamientos, anteponiendo siempre el cuidado, bienestar y amor hacia los niños.

http://www.derechosinfancia.or.mx/

Faber, A. y Mazlish, E. (2001) Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. México, Diana. Segunda Impresión.