Como hablar para que el niño escuche


Educar a los hijos puede ser una tarea que a veces resulta cansada, difícil y exasperante. En la vida cotidiana es necesario que los niños escuchen cuando los adultos hablan para dar instrucciones, orientaciones u órdenes.

Existen situaciones que son peligrosas para los niños y es preciso que padres o maestros puedan protegerlos mediante consejos y prohibiciones. También es importante enseñarles habilidades, formas apropiadas de comportamiento e instruirlos en las tareas cotidianas para que los niños cooperen en el hogar.

Es frecuente que cuando los adultos no logran que los niños escuchen y obedezcan, recurren a prácticas de poder que francamente lastiman a los niños o que simplemente no son eficaces para lograr que los niños escuchen.

En esta cápsula informativa vamos a revisar aquellas formas de hablar o actuar que hieren a los niños, las que no funcionan y aquellas maneras apropiadas para ayudar a los padres y otros adultos a hablar de manera que los niños escuchen.

Formas de hablar y actuar que lastiman

Gritos e insultos. Es usual que los padres y maestros encuentren una manera de hacerse escuchar a través de gritos, insultos o uso de calificativos. Posiblemente son métodos que resulten efectivos, si por efectividad entendemos que el niño obedece. Sin embargo, son maneras de educar que tienen repercusiones negativas en la salud mental y emocional de los niños.

La educación a través de gritos e insultos no logra que el niño aprenda las lecciones de vida, los valores y los principios. ¡Simplemente el niño obedece por miedo! Esta forma de acercarse al niño lo lastima pues le quita confianza en sí mismo, lo hace sentir devaluado e insignificante y lo induce a desobedecer cuando los padres no estén presentes o no lo estén observando.

Castigo frecuente. Otros acercamientos poco útiles son aquellos donde los padres y maestros educan a través del castigo frecuente. Hay hogares donde los niños han sido castigados tan a menudo que llega un momento donde ya no existe nada más que castigar. O que los castigos son tan interminables que el niño no percibe la posibilidad de cumplir con la condena, se desanima y se rebela. En consecuencia el padre se desanima también pensando que el niño no tiene remedio.

Cuando el método educativo principal es el castigo, los niños reaccionan con resentimiento y rebeldía. Les parece injusto el castigo y además no tienen motivación para mejorar su comportamiento, ya que perciben el castigo como si fuera interminable. Otra de las desventajas es que el niño va a tender a ocultar la información negativa de su comportamiento, tratando de evitar el castigo. ¡Entonces aprende a mentir!

Castigo físico. Un procedimiento todavía más peligroso es aquél donde los adultos acuden al castigo físico para hacerse obedecer o para lograr que el niño escuche. Golpear, cachetear o lastimar de otras formas a los niños tiene graves repercusiones en su salud y su integridad. Posiblemente los niños obedezcan por terror, por sometimiento o por defensa y no aprenden ser responsables, honrados y cumplidos como tal vez lo quisieran sus padres.

Formas de hablar y actuar que usualmente no sirven

Hay otras maneras de hablar con los niños que usualmente tampoco fomentan que el niño escuche lo que se desea transmitirle:

Sermones no solicitados. Algunos ejemplos son: echar rollo, reclamar, rogar, predicar, apelar a la lógica o al sentido común. Estas son maneras de hacerse escuchar que frecuentemente tienen como consecuencia que el niño se haga de oídos sordos.

Moralizar. Algunos ejemplos son las siguientes expresiones paternas: “Si de veras me quisieras…”, “Porque no puedes ver que yo trabajo por ti, mientras tú…”, “Estoy tan deprimida porque tú…” y “Voy a dejar de estar deprimido si tu haces exactamente lo que te diga”. Estas aproximaciones inducen la culpa en el niño, no promueven el aprendizaje de valores.

Auto sacrificio y negación. Algunos ejemplos son: No solicitar nada para mantener la paz, anteponer la felicidad de los demás antes que la propia, continuamente justificarse y continuamente agradar a los demás. Este tipo de procedimiento educativo consiste en no educar para no confrontarse con el niño, por lo que no da como resultado la responsabilidad en el chico.

Hazlo espontáneamente. Algunos ejemplos de expresiones paternas son: “Tú deberías querer agradarme sin que te lo pida”, o “Quiero que laves los trastes, pero quiero que a ti se te ocurra solito sin que te lo tenga que pedir”. Aquí el padre solicita que al niño se le ocurra espontáneamente la conducta que desea el padre. Esta es una solicitud poco razonable y destinada al fracaso.

Muchos adultos que lean las listas arriba mencionadas pensaran que entonces ya no quedan estrategias para hablar de manera que los niños escuchen. Que ninguna está permitida o es eficiente. Esto no es así. A continuación se enumerarán las habilidades que pueden practicar los adultos para que los niños escuchen.

Como hablar para que el niño escuche

Faber y Mazlish (1989) proponen una lista de estrategias simples y efectivas para dar instrucciones a los niños sin lastimarlos ni ofenderlos.

1. Describa lo que ve o describa el problema: “Hay ropa tirada sobre la cama”.

2. Dé información: “No podemos irnos a dormir con la ropa sobre la cama”.

3. Dígalo con una palabra: “La ropa”.

4. Describa lo que siente: “No me gusta la ropa sobre la cama”.

5. Escriba una nota: En un letrero pegado a la puerta “Dóblame y ponme en el armario ¡Gracias! Tu ropa”.

Algunos padres pensarán cuando lean esta lista que es demasiado fácil para resultar efectivo. Sin embargo lo que muchas veces ignoran los adultos es que no es necesario subir el volumen de la voz o hablar en exceso. Es más útil ser preciso, claro y sencillo.

Alternativas para el castigo
Sin embargo a veces el niño no obedece estas instrucciones sencillas. Es entonces cuando se pueden implementar otras herramientas educativas como indicarle las maneras de ser útil, ofrecerle elecciones, indicar lo que se espera de él y permitir que experimente las consecuencias de su mal comportamiento sin discursos ni sermones. Abordamos este tema con más profundidad en la Cápsula informativa “Lo que necesitan los niños”.

Para terminar le proponemos que realice un ejercicio personal para descubrir las estrategias que usted mismo ha experimentado para hablar exitosamente con los niños y hacerlo de manera que no lastime su integridad.

Responda con cuidado lo siguiente y descubra su propia manera de hablar a los niños (o a alguna otra persona) de manera que estos escuchen.

1. Recuerda algún momento en el cual usted habló con un niño (puede ser su hijo, su nieto o alguien más) de una manera efectiva, logrando que el niño escuchara y obedeciera.
2. ¿Qué fue lo que hizo usted para ayudar a que el niño escuchara?
3. ¿Qué aprendió de usted mismo y de sus estrategias para hablar efectivamente?
4. ¿Qué podría hacer para aplicar más a menudo estas maneras de hablar efectivas?


Bibliografía
Faber, A. y Mazlish, E. (2001) Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. México, Diana. Segunda Impresión.

Fotografía
Bar Umansky Photography-בר אומנסקי צילום

Como escuchar para que el niño hable

Para que los niños crezcan sanos, cuidados y felices es necesario que los adultos tengan una buena comunicación con ellos. Padres, maestros y otros mayores pueden aprender habilidades para mejorar su relación con los niños y de esta manera apoyarlos en su crecimiento.

Dentro de las estrategias es de particular importancia saber escuchar de una manera que facilite que los niños hablen. Cotidianamente los niños se enfrentan a dificultades, retos y peligros. Estos aparecen donde menos los espera uno: en la calle, en la escuela o dentro de ellos mismos ¿Cómo cuidar a los hijos si no sabemos que están viviendo? ¿Cómo educarlos y protegerlos si no conocemos sus experiencias?

Pero todo aquél que ha estado con los niños sabe que éstos no siempre descubren sus sentimientos o relatan sus experiencias de manera espontánea. Una parte de la tarea recae en los adultos. ¿Cómo escuchar para que los niños hablen?

Antes de contestar esta pregunta es necesario enumerar otros motivos por los cuales es importante escuchar a los niños.

• Los niños necesitan saber que sus sentimientos son aceptados y respetados. Son comunes los sentimientos de miedo, enojo o alegría, como los que se emiten en las siguientes expresiones infantiles: “Odio a mi hermanito”, “Los niños de la escuela se burlan de mí” o “Me gusta esta ranita que me encontré en el camino”.
• Todos los sentimientos pueden ser aceptados, aunque no todas las acciones pueden ser permitidas. Es comprensible que el niño no quiera a su hermanito, pero no por ello puede lastimarlo. Al escuchar los sentimientos podemos orientar al niño para enseñarle la diferencia entre los sentimientos aceptados y las acciones prohibidas o inaceptables.
• Un niño que puede expresar sus opiniones y sus ideas, es un niño que va a crecer con confianza en sí mismo. Cuando los adultos escuchan las opiniones del niño están apoyando su independencia, creatividad y autonomía.
• Además es fundamental para el niño contar con los adultos para narrar sus experiencias. El diálogo con los demás permite al niño elaborar sus vivencias, solucionar sus problemas, compartir sus dichas o resolver sus frustraciones.

En conclusión, el hábito de platicar con los niños y de saber escucharlos tiene como consecuencia el desarrollo de niños que confían en los adultos y que saben contar con ellos cuando los necesitan.


Reglas para una escucha eficaz

¿Pero como escuchar a los niños? ¿Qué estrategias ayudan al adulto en esta tarea?

Escuchar con silencio y atención. Para lograrlo es necesario atender al niño, dejar a un lado la tarea en la que uno está ocupado, sentarse a un lado del niño y verle la cara. A veces el adulto quiere continuar con sus labores al tiempo que platica con el niño. Esto no es una buena idea, pues fácilmente se puede trasmitir la idea de que no es importante lo que tiene que decir el niño.

Todo lo que dice el niño es significativo. El niño frecuentemente platica experiencias, que pueden parecerle al adulto aburridas, irrelevantes o tontas. ¡Para el niño son importantes! El adulto no debe de esperar que el niño comunique experiencias específicas. No es una buena idea interrogarlo. Es primordial escuchar lo que para el niño es valioso.

No es necesario hablar mucho. El adulto puede expresar que está escuchando al niño diciendo palabras como: “Aja”, “entiendo”, o “ya veo”.

Ponerle nombre a los sentimientos. Cuando el niño expresa sentimientos puede ser útil ayudarle a darle un nombre a estos sentimientos. Por ejemplo cuando el niño llora porque le quitaron sus dulces se puede decir: “¡Sí, da coraje que te quiten tus dulces!” o “¡Te molesta que te quiten tus cosas!”. De esta manera el niño puede aprender que sus sentimientos son válidos, que puede expresarlos, que son reconocidos y que los puede superar.

Conceder el deseo en la imaginación. Cuando el niño expresa un deseo frustrado o un sentimiento de fracaso, el adulto puede concederle su deseo en la imaginación. Por ejemplo cuando el niño lloriquea porque su padre está ausente o porque se acabaron las galletas se le puede decir “¡Ojalá estuviera tu papá aquí!” o “Me gustaría mucho darte la galleta de chocolate”.

Hacer preguntas curiosas. Es importante que el adulto se interese en la experiencia del niño y le haga preguntas (¡no interrogatorio!) que nazcan de la curiosidad. ¿Cómo vive el niño la experiencia? ¿Cómo lo soluciona? ¿Por qué es importante para él? ¿Cómo ha pensado resolver el problema?

Respetar hasta donde quiere hablar el niño. Para que la escucha no se transforme en un interrogatorio es importante que no se presione u obligue al niño a hablar o compartir más allá de lo que quiere el mismo niño. La confianza nace de las experiencias positivas donde el niño ha compartido lo que necesita compartir.

Para terminar se incluye un ejercicio que facilita el reconocimiento de las estrategias personales de escucha que usted ha practicado en su propia vida. Todas las personas han tenido experiencias de escucha donde han logrado que un niño o que otra persona hable (amigo, hermano o padre). Tal vez para algunos adultos es un uso común, mientras que para otros es una vivencia poco conocida. Sin embargo, es casi imposible pensar que nunca se ha dado esta escucha.

Responda con cuidado lo siguiente y descubra su propia manera de escuchar a los niños (o a alguna otra persona).

1. Recuerda algún momento en el que un niño, puede ser su hijo, su nieto o alguien más se acercó a usted y le confió sus pensamientos y sentimientos.
2. ¿Qué fue lo que hizo usted para ayudar a hablar al niño?
3. ¿Qué aprendió de usted y de sus estrategias de escucha a través de esta experiencia?
4. ¿Qué podría hacer para aplicar más a menudo estas experiencias de escucha?


Faber, A. y Mazlish, E. (2001) Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. México, Diana. Segunda Impresión.